The Revolutionary Association of the Women of Afghanistan (RAWA)
RAWA


 

 

periodismohumano, March 22, 2010

Afganistán no tiene nombre

Y el mayor negocio de dicho país no sólo es la muerte sino también el opio.

Mariam Rawi no se llama Mariam Rawi pero me hablan en inglés sus ojos del exilio: su juventud madura crecida en el destierro forma parte de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA), una organización feminista creada en 1977 cuando Osama Bin Laden era el interventor de la guerrilla afgana contra la URSS, a sueldo de Estados Unidos.

A quien quiera oírla, ella le cuenta –y ahora lo hace en una gira por Europa–, que la guerra de antes y la de ahora tan sólo constituyen formidables pretextos para el ajedrez de la vieja y nueva geoestrategia del mundo. Que ocho años después de que George Bush obtuviera carta blanca para declarar esa guerra tan estúpida o más que cualquier otra guerra, los grandes pretextos de entonces –la democracia, la dignidad de la mujer, la lucha contra el terrorismo—se antojan formidables coartadas: “La información que ofrecen los medios de comunicación occidentales es errónea –recalca Mariam Rawi aunque por seguridad su nombre no sea Mariam Rawi–. No existe una democracia consolidada sino que los 60 billones de dólares que ha recibido mi país de occidente lo han convertido en la segunda potencia mundial en materia de corrupción. La dignidad de la mujer se viola a diario y no sólo por la violencia de género, sino por los asesinatos, los secuestros y los bombardeos que sufre la población civil y especialmente las mujeres y niños. Y el terrorismo sigue sin ser combatido, como demuestra que ninguno de sus líderes fundamentales haya sido detenido o muerto”.

Ella cuenta una historia ya conocida. Esto es, que no ha variado demasiado la posición de la Casa Blanca tras la llegada de Barack Obama al despacho oval. Y que resulta paradójico que ahora se pretenda incorporar a los talibán a un futuro gobierno afgano cuando se supone que la ofensiva se relacionaba directamente con dicho grupo tribal y sus prácticas: desde su feminicidio constante a su complicidad con Al Qaeda. También los chíies hostigaban a las mujeres afganas y formaron parte de la supuesta reconstrucción democrática de Afganistán desde el primer momento.

No habrá solución para Afganistán, en un país en guerra. Eso denuncia Mariam Rawi cuyo verdadero nombre ni siquiera pregunto: ocho años después de esta masacre con salvoconducto de Naciones Unidas y gestionada por la OTAN, sólo se han enriquecido los corruptos, los señores de la guerra y los fundamentalistas. Y el mayor negocio de dicho país no sólo es la muerte sino también el opio.

De ahí los ojos atónitos, la voz perpleja y el coraje mundial de Mariam Rawi, se llame como se llame.

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